martes, 20 de septiembre de 2016

Te dejo

Déjame.
Déjame colgarme de tus pestañas, déjame caer en un parpadeo y mirarme en el espejo de tus ojos de madera. Déjame deslizarme por tu nariz de crío, como si fuera una cría, y aterrizar en el mar de labios en el que me gusta perderme mil veces al día.
Déjame.
Déjame atravesar el bosque de tu barbilla y amanecer en la llanura de tu cuello, subiendo y bajando la cuesta de tu nuez hasta llegar al nacimiento de tu clavícula, que cae en cascada hacia el hombro. Déjame.
Déjame descarrilar en tu tráquea, chocar con tus costillas y caer en la ternura de tu barriga. Déjame hacer noche en tu ombligo, pues no preciso de hoguera para no pasar frío en el centro de tu cuerpo.
Déjame despertar y adentrarme en la selva, déjame trepar por el pico más alto, divisar el horizonte desde la cumbre y estallar con el volcán hasta morir en un suspiro.
Déjame.
Déjame volver en sí, y cerrar el telón con un beso. La función ya terminó, deja que te abrace y me duerma en tu cuello.
Déjame empezar después, de nuevo.
Déjame, si quieres, si me quieres, yo te dejo.

martes, 29 de marzo de 2016

Te odio

Te odio porque te quiero,
porque te quiero y no sé quien eres, 
porque aún no sabes que me quieres,
porque por no ver inventa el ciego.

Te odio porque me muero,
porque me ahogo en un mar de liebres,
que corren corren buscando quienes.
No tengo media y ya quiero entero.