domingo, 22 de febrero de 2015

Doctor, ¿qué tengo?

Enfermé de hiperliricismo.
Enfermé de hiperliricismo y ví un poema en cada resquicio de realidad.
Luché en vano por dormirme pero desistí y acepté el juego sin conocer las reglas y sin conocer el propósito.
Me creí poetisa por una noche y me crecí en mi propia imaginación.
Aún sabiendo que la poesía muere encarcelada en la palabra no me pude resistir a plasmarla en trazos de tinta, con la esperanza de que otra mente liberase la magia de estas letras y volase con ellas al lugar donde nacieron.
Tomé lápiz y papel como medio de transporte y me embarqué en esta peligrosa aventura de explorar lo más profundo de mi persona y de mi ser.
Llené folios, los ahogué con tinta sin intención de rescatarlos hasta que he caído exausta con el brazo dolorido y la mirada perdida, como quien acaba de pecar de onanismo.
Ahora ya sé cómo termina este juego.
He perdido.
He perdido varias horas enfrascada en un folio.
He perdido la noción del tiempo, he perdido el conocimiento y he despertado desorientada sobre estas líneas.
Sin embargo en eso consistía, gana quien es capaz de romper la realidad para viajar a un micromundo de palabras donde las letras no entienden de materia.
Gana quien buscando la belleza se encuentra a sí mismo, desnudo, incorpóreo, y aprende que no hay defectos sino características y peculiaridades.

He ganado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario