miércoles, 19 de junio de 2013

Tragar techo.

La desesperación se posa hoy sobre mis párpados, y el insomnio ha venido a acompañarme esta noche.
Oscuridad. Oscuridad y el dibujo de los objetos de mi habitación, de ropa ocupando el suelo, de recuerdos por las paredes, de apuntes inservibles ya sobre mi escritorio, de grietas en el techo.
En el techo.
En el techo se lleva centrando hace rato ya mi mirada. En el techo veo películas de mi vida, recuerdos del pasado, planes del futuro, como si fuera un simple proyector apuntando hacia arriba y pincelando esas imágenes.
Este techo ya me lo he tragado, me he empachado de él, lo he vomitado y me lo he vuelto a tragar durante un sinfín de noches.
No hay grieta que se me escape, no hay pegote de escayola que me haya perdido. Hay una telaraña en la esquina. Ya la quitaré, la quitaré junto a todo lo viejo que me sobra.

Las buenas noches ya han sido dadas hace horas, los buenos días no tardarán en llegar.
A la oscuridad poco le queda, el sol ya anda preparando sus nudillos para tocar la puerta que abre el cielo de mañana.

Al final me dormiré. Sí. Pensaréis que no me puedo quejar. Pero lo cierto es que echo de menos el tirarme a la cama con una sonrisa en la cara, cerrar los ojos y sin darme cuenta amanecer en el siguiente día sin acordarme siquiera de qué había soñado.
Ya no recuerdo cuál fue la última vez que dormí así sin estar bajo el dominio de alguna droga.

Qué más voy a decir, si sólo sé quejarme, si estas líneas sólo son intentos de matar el tiempo que tiene que pasar hasta que el sueño me invada. Qué más voy a decir, si ya no sé nada, si duele más el alma que las veinte contracturas que tengo en la espalda.

El sueño me quita las ganas, y las ganas me quitan el sueño.

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